sábado, julio 16, 2022

Tute

 “Quino es el padre del humor gráfico moderno”

Por prepotencia de trabajo, convicción y un radar singular para observar cuestiones medulares de la existencia –el amor, las pérdidas, los mecanismos ocultos de la mente y mucho más–, Juan Matías Loiseau, o simplemente Tute, se convirtió en una marca registrada del humor gráfico argentino.

Desde 1999 publica Tutelandia, una viñeta diaria en La Nación, y poco después sumó una tira de página completa en la revista dominical del mismo medio. Lanzó más de quince libros en la Argentina y varios de ellos también fueron editados en México, Colombia, Brasil, España y Francia. Su primera novela gráfica, Dios, el hombre, el amor y dos o tres cosas más, incluyó un prólogo de Quino. Hace poco más de un mes fue distinguido como “personalidad destacada de la Ciudad de Buenos Aires en el ámbito de la Cultura” por la Legislatura porteña.

“Mi primer contacto con Quino fue mediante Mafalda. Tendría entre 5 y 6 años y me devoré todos los tomos de Ediciones de la Flor. A lo largo de mi vida los volví a leer varias veces y siempre les encuentro cosas nuevas y apasionantes. Pero definitivamente ese primer contacto me marcó para siempre”, revela Tute en diálogo con Caras y Caretas.

–¿Qué fue lo que más te atrapó de Mafalda?

–Todo. Tengo un recuerdo muy hedonista de las primeras lecturas. De gozo, de encariñarme con los personajes, de disfrutarlos, de reírme y de sorprenderme. También me acuerdo de alguna cosa que no entendía del todo porque era chico, pero me daba todavía más curiosidad y ganas de aprender. Todos los personajes de Mafalda eran entrañables y casi te hacían sentir parte de esa familia.

–¿Cómo conociste a Quino?

–De chico. Mi viejo (Caloi), Fontanarrosa y Quino solían presentarse todos los años en la mesa del humor gráfico en la Feria del Libro. La gente iba, hacía preguntas, era muy divertido. Después, las tres familias y alguna gente más nos íbamos a cenar a un restaurante. Fontanarrosa tenía la misma edad de mi viejo y era casi como un tío de Rosario. Quino generacionalmente era más grande, imponía cierta distancia y un respeto diferente.

–¿En algún momento le mostraste tu laburo?

–Yo siempre dibujé, pero solo se lo mostraba a los amigos. Después del secundario, me pasé una noche sin dormir haciendo dibujos, escribiendo ideas, para probarme si podía dedicarme a esto. Armé un cuadernito y se lo iba mostrando a diferentes referentes para que me dieran su opinión. Un día, en una de esas cenas, decidí mostrárselo a Quino. Nota aquí.



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