miércoles, octubre 19, 2022

Rodolfo Serrano

Volver, con la frente marchita,

como en el tango
(Tras meses de no pisar esas calles)
Volví otra vez,
después de tanto tiempo,
a las calles de entonces.
Corría el primer frío y el otoño
vestía de tristeza las aceras.
En el aire,
un soplo de añoranza.
La ciudad, amable,
me ha rozado
los labios como el beso de una novia.
Estaba todo igual. Tan diferente.
Este olor a café que Madrid tiene
cuando la tarde va desde el Viaducto
a perderse en la sierra muy lejana.
Y este primer frío del otoño,
la luz de un cielo que es único y fantástico.
La gente que se mueve, apresurada,
a la boca del metro.
Ese rumor metálico de fríos automóviles.
Las plazas, tan amadas,
el reducto
de calma en el espacio y en el tiempo.
Los pájaros,
perdidos gorriones,
buscando su refugio ante la noche.
Las muchachas
que arrastran en su falda
un viento de ternura en las esquinas.
Contemplo la ciudad,
el barrio, las callejas,
refugio siempre abierto
a tanta soledad,
corazón ciego.
Miro a lo lejos el día que agoniza.
Entro en cualquier café.
Me siento. Espero.
Tal vez la vida sea este regreso
a un lugar que aún amamos sin saberlo.
(Igual que a esa mujer que no olvidamos
aunque los años destruyan lo que fuimos).
Foto de Raul Cancio.



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