domingo, julio 02, 2023

Pippo

 Pippo, el bodegón que una vez proliferó por la ciudad, se replegó, y hoy triunfa como la catedral del vermicelli

El local de la calle Paraná sobrevivió a su gemelo sobre Montevideo, y tiene una altísima demanda en el horario pico de los viernes y los sábados.

“Puedo dar nombres, no apellidos”. Eso dice Alberto, el socio-dueño de Pippo, catedral del bife de chorizo y el vermicelli con tuco y pesto. Pues, sí, que siga a su manera con sus historias que marcan a las ligas mayores de la gastronomía porteña. “Son condiciones que yo pongo, nada más. Nunca hubo una exposición, ni me interesa. Mi familia era un grupo de italianos, entre ellos Don Pedro, Pippo. Pippo, con dos ‘p’, porque el pintor del cartelón, en la fachada del local original, se equivocó ese día, y lo bautizó”.

Era el año 67: abre el local de Paraná, entre Sarmiento y Avenida Corrientes, que hoy sobrevive a su gemelo ya extinto, que estaba sobre Montevideo. Llegó a haber una proliferación: hubo locales de Pippo en Callao y Santa Fe, Esmeralda y Corrientes, Esmeralda y Tucumán, y dentro del shopping Spinetto. “El país los fue cerrando”, se lamenta Alberto.

De pronto, llega la estrella a la mesa: el vermicelli, un fideo grueso, macizo, sin agujerito en el medio –como muchos creen–. Tiene una fórmula secreta registrada. Era necesario para comerlo, en los 60, 70, ponerse la servilleta al cuello. Actualmente, las servilletas son de papel, pero se puede pedir una de tela en el mostrador.

Dice Horacio, el electricista de Pippo: “La medida del vermicelli es de 4 mm de ancho por un metro de largo. Se sostiene con la cuchara y se enrosca con el tenedor. Hay gente que no aprendió y succiona. Yo soy uno. Lo que me espanta es la gente que lo corta. Eso no se hace. Es como comer la pizza con cuchillo y tenedor: está mal visto cortar el vermicelli”. Nota aquí.






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