sábado, diciembre 09, 2023

Paula Cancio & Miguel Ángel Solá

 «Todos podemos ser hijos de puta y santos»

Miguel Ángel Solá (Buenos Aires, 1950) y Paula Cancio (Madrid, 1985) protagonizan y reinventan, desde hace cuatro años, Doble o nada, una obra magnífica, terriblemente escurridiza e imprevisible. Esta derivada de Testosterona, de la escritora y periodista mexicana Sabina Berman, es la hija impía y mutante de una época que no hace prisioneros, de un tiempo en el que las cosas cambian como puestas de fentanilo. El actor argentino interpreta a Ricardo, el director de un periódico que, presuntamente enfermo, quiere —o no— que su sucesora sea Micky, la subdirectora a la que encarna una mujer que, amén de actriz, es psicóloga. Ambos participan en un juego letal, sin reglas, del que saldrá vencedor, o algo así, quien mejor mienta y manipule. En definitiva, o no, ¿quién sabe?, Doble o nada es un viaje retorcido, inteligente y delicioso hacia la pocilga que todo hombre y mujer posee en su interior. Zenda entrevista a Solá y a Cancio, contra la urgencia mediática de la novedad y celebrando su éxito empírico, en el escenario culinario que ofrece el Café Varela.

—Miguel Ángel, Paula, ¿todo el mundo es corruptible?

—Paula Cancio (PC): ¡Guau, qué pregunta! Creo que todo el mundo es potencialmente corruptible. Hay que ver las circunstancias.

—Miguel Ángel Solá (MS): Una de las maravillas del teatro es que ustedes vienen a creer. Ahí está hecho la mitad del trabajo. Vienen a asombrarse, a reírse o a llorar por la condición humana. A que les hagamos un poco de magia. Esta es una obra hija de puta, la hemos transformado en una obra muy hija de puta, que se retuerce constantemente y no hay por dónde agarrarla. Porque nada es lo que parece. En Doble o nada no hay buenos ni malos. Está la condición humana cambiante de acuerdo a las necesidades, las ambiciones, los deseos, la mala fe, la manipulación… o, simplemente, a dejarse llevar. A sentir, por momentos, que uno necesita que alguien esté ocupándose de uno. Como sea: mal, bien o regular. Los dos protagonistas están tratando de llamarse la atención por diferentes razones, y confluyen en una misma cosa, que es la obra.

—Grosso modo, ¿Doble o nada va sobre cómo un hijo de puta convierte a una mujer noble en una hija de puta?

—PC: Tengo mis dudas. No sé si ella es realmente tan noble como parece. Ella tiene unos valores y se ha ido encontrando con circunstancias que le han hecho poner en juego esos valores. ¿Qué pasa cuando el juego cambia? ¿Aprende en 24 horas o, realmente, es algo que lleva también dentro? Todos tenemos una luz y una sombra. Muchas veces, metemos la sombra debajo de la alfombra, pero, cuando se dan las circunstancias… Como actriz y como persona que ha estudiado Psicología, me gusta siempre crear mis personajes a partir de un estudio casi profundísimo sobre mí misma. Y me sorprendo intentando visualizar, a partir del personaje, que quizá Paula Cancio actuaría de formas terribles si se dan las circunstancias para ello. Entonces, el juicio lo apartas. Todos podemos ser hijos de puta y santos en un momento dado. 

—Señora Cancio, como psicóloga, hábleme de Ricardo.

—PC: Es un manipulador, tiene unos rasgos narcisistas potentes. Pertenece a una generación en la que hay formalizadas una serie de formas de trato…

—MS: Las del diario Pueblo (risas).

—PC: Es una persona bastante rígida. Ha llegado dónde está y ha construido su autoestima en base a construir una estructura que le mantiene. Nota aquí.






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