domingo, marzo 03, 2024

Ramón Serrano

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TRES CITAS CON EL GABO
Corría 1969. Todavía no habíamos fundado DOPESA. Llevaba algo más de un año trabajando en el Grupo Mundo de Sebastián Auger. Como redactor de la revista Meridiano reproduje parte del primer capítulo de Cien años de soledad recomendando un libro recién llegado a España que consideraba Cum laude. Entonces el nombre de García Márquez apenas era conocido en nuestro país para los no ilustrados. La Agente Doña Carmen, todavía sin bautizar el Boom Latinoamericano, entró en ira bíblica y presentó el flagrante delito ante mi Jefe. Pedí una cita con el Gabo que se prestó al momento y tuvo lugar en dos o tres días, en un bar cercano al lugar de trabajo.
Yo quería hablar y elogiar tu novela. Reconozco mi ignorancia, le solté compungido apenas nos trajeron los cafés. Soy nuevo en eso de los derechos y de la propiedad intelectual. Te pido perdón.
El Gabo me miró fijamente, escudriñándome los ojos con su mirada. Unos segundos de silencio me parecieron horas, se llevó la crema de café italiano a los labios y me dijo sosteniendo la tácita en su mano: te creo, pareces buena persona. Estás perdonado.
Muchas gracias pero quiero pedirte un favor. Quedó sorprendido. Te pido que intercedas por mi ante Carmen Balcells, que no presente una querella por daño a los derechos, tus derechos de autor. Eres muy osado, respondió enseguida. Luego sonrió. Lo intentaré dijo.
Y no pasó nada.
Vi al Gabo en algunos actos culturales, generalmente presentaciones de libros. Un buen día me llama por teléfono el director gerente de Edhasa, la editorial que en España representaba Sudamericana, la editora de Cien años. Me pregunta si tengo una grabadora profesional. En aquel tiempo se grababa sobre cintas magnéticas que requerían un aparato de cierto volúmen y peso. Casi como una pequeña maleta.
Le respondí que sí. Entonces me dice "Están reunidos en casa, de Mario Vargas Llosa el Gabo y Julio Cortazar para una entrevista por radio con una periodista danesa y se les estropeó su aparato magnetofónico... ¿Podrías prestarles el tuyo?" Ser el testigo de una reunión así no me lo podía perder. Tres grandes escritores juntos era una cumbre. Así que me fui con mi grabadora en un taxi hacia la Vía Augusta donde vivía Mario y allí permanecí cdurante toda la entrevista, sin estar presente por discreción. A Mario le conocía del mundillo cercano a la Balcells. Al Gabo, pues ya lo conté. De allí salió una cierta amistad con Julio Cortazar, al que por cierto me encontré años después en un Congreso Interamericano de Prensa en Caracas.
En diciembre de 1970 mi mujer y yo estuvimos en el encierro de Montserrat como protesta por la pantomima del llamado proceso de Burgos a seis etarras ante un tribunal militar cuyo fiscal pedía para todos ellos la pena de muerte. Éramos unos 250, todos gente de la cultura, escritores, editores, artistas, cantantes de la nova cançó, etc. algunos ya famosos, como Joan Miró, Tàpies, otros camino de serlo como Serrat, Oriol Bohigas, Castellet, Nunes, Gabriel Ferrater, Guinovart, Colita, Montserrat Roig, y un largo etc. Hubo una gran movida internacional y, tras muchas dudas, al final Franco les conmutó la pena de muerte por los 30 años de cadena perpetua. Nosotros fuimos fichados por la policía como "simpatizantes de ETA y multados. Una llamada del Gobernador Civil a mi jefe motivó una serie de dificultades en mi trabajo como director de la editorial DOPESA y del Club Mundo, espacio de conferencias y tertulias crítico con el gobierno franquista. En esta situación decidí presentarme como candidato a un anuncio de La Vanguardia que buscaba una "importante editorial" un gerente para una sucursal en un país latinoamericano. Fui elegido y pasé unos meses de entrenamiento para conocer el fondo editorial antes de partir para México, como director gerente de Labor Mexicana.
Fue entonces cuando pensé en Gabo. Él había vivido y trabajado en México antes de residir en Barcelona. Le llamé por teléfono, le expliqué la situación y quedamos para comer en un restaurante cercano al bar del rapapolvo de nuestro primer encuentro. El Gabo sólo me dijo "cuando llegues a México llama a este teléfono y pregunta por Max, el escritor español exiliado Max Aub, y dile de mi parte que haga por ti lo que él hizo por mí cuando yo llegué". Eso fue todo y supuso mucho para mí.
Al año de mi estancia en México me tropecé con García Márquez en el famoso bar de la Zona Rosa que llevaba el nombre de la película de Buñuel y Dalí El Perro Andaluz, me levanté de la tertúlia en que estaba y le saludé afectuosamente. Por desgracia el Gabo iba acompañado de varios amigos de compromiso y abandonaban el local. Le pedí para vernos y me dijo que partía de nuevo para España a los dos días. Yo marché de México al año siguiente y ya no le volví a ver. Esas fueron mis citas con el Gabo, Gabriel García Márquez, gran escritor, periodista y maestro de periodistas, buena persona y Premio Nobel de Literatura 1982, trece años después de nuestra primera cita.

25 abril 2022/2024
Acabo de leer "un cumpleaños con Gabo", un capítulo de "Dientes de perro" del escritor cubano Manuel Pereira Quinteiro y le he pedido amistad y me la ha concedido al punto. A él le dedico este recuerdo, publicado aquí hará pronto dos años.





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