EL ÚLTIMO ROMÁNTICO
Él la amaba en todos los lugares,
donde el mar se refugia en su marea
y el mundo se confunde en sus pilares.
Allá donde se pierden los confines
del horizonte que señala el tiempo,
donde el aire se crece y ruge el viento,
las olas se alborotan en sus crines.
Porque era amor, al menos parecía,
fiebre inocente en un cuerpo maldito,
tal vez enamorado de sí mismo.
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