domingo, diciembre 08, 2024

Vittorio

 Cafetines de Buenos Aires: Vittorio un reducto cercano al Congreso en el que se reúne un grupo que quiere cambiar el mundo

La Capital de Argentina tiene reconocidos bares que han servido de sede para que se congregaran intelectuales y artistas a intentar analizar y -por qué no-modificar la realidad. Uno de ellos está cerca del Congreso y en sus mesas se debaten múltiples asuntos de la vida cotidiana.

En el subsuelo del Gran Café Tortoni, entre los años 1926 y 1943, funcionó la peña Agrupación Gente de Artes y Letras liderada por Benito Quinquela Martín. En simultáneo, la Confitería Richmond reunía al Grupo Florida —con Ricardo Güiraldes, Jorge Luis Borges y Oliverio Girondo, entre otros— que mantenía una disputa ideológica con el Grupo Boedo. Quizás el más recordado sea el Café de los Inmortales —no confundir con la pizzería—, ubicado en Corrientes 922, que sólo funcionó entre 1906 y 1916. Ese lugar fue considerado por periodistas e historiadores como el café emblemático porteño de la primera mitad del siglo XX. El Café de los Inmortales carecía de lujo. Tenía nulo patrimonio material. Sin embargo, teniendo como competencia de proximidad al Tortoni y las confiterías Richmond e Ideal, reunía a lo más elevado de la bohemia porteña.

Hoy, un siglo más tarde, con características similares al de los Inmortales, otro café fuera de radar, ignorado casi por completo, también congrega a intelectuales y artistas. Se trata del Café Vittorio situado en Hipólito Yrigoyen 1494, esquina Presidente Luis Sáenz Peña.

Lo visité en la semana para encontrarme con esta gente del arte. También para confirmar algunos datos del lugar. Por ejemplo, no pude establecer su antigüedad. Su nuevo propietario lo compró hace catorce años. El café, anteriormente, se llamó Lorea y mucho antes quién sabe. La estética y mobiliario también acompañó al cambio de firma. El café hoy luce piso de porcelanato y luminarias empotradas. Sus mesas y sillas son nuevas. También dispone de butacas o sillones individuales altos, propias de un living, tapizados en color celeste.

Antes de continuar con la crónica sobre el Vittorio, hace falta hacer breve repaso sobre quién fue Lorea que le dio nombre al célebre hueco de enfrente y, en una administración previa, al café. Isidro Lorea llegó a Buenos Aires en 1757. Nació en Villafranca, por entonces, reino de Navarra. Hacia el año 1782, don Lorea era un alarife y ebanista que trabajaba en la construcción del retablo mayor de la Catedral, el de San Ignacio y realizaba otras tareas en la Iglesia del Pilar. Nota aquí.




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