Vinicius, rediviva herencia eterna
Toquinho y Creuza recuperan la esencia del maestro en tiempos de La Fusa
Solo una cosa puede apasionarle más aAntonio Bondeolli Pecci Filho que tocar la guitarra: vivir. Y son dos actividades que le conciernen, conste, desde tiempos parecidos. La vida empezó a ir con él allá por 1946. El rasgueo de las seis cuerdas hubo de esperar un poco más, hasta la primerísima adolescencia, pero desde entonces la madera y el nailon son las prolongaciones naturales de esos dedos a la par tiernos, vigorosos y siempre trepidantes. Respirar el mismo aire que respiraToquinho era anoche como compartir una cierta vocación epicúrea, porfiar en el empeño de que nuestra estancia sobre la faz de este planeta sea tan gozosa y extensa como nos lo permitan los dioses y las leyes de la biología. Porque las inagotables excursiones de Toquinho por su mástil eran eso: una llamada a la belleza duradera. Nota aquí.
0 comentarios:
Publicar un comentario