sábado, septiembre 21, 2024

Daniel Fanego

 Daniel Fanego, el gran actor que nunca quiso dejar de ser un ciudadano

En su extensa trayectoria en cine, teatro y televisión, su visión social de la existencia humana le impidió escindir su vida personal de la artística. Para él, la actuación era mucho más que una condición laboral; tal vez por eso lo querían todos.

Para Daniel Fanego, la vida no era otra cosa que la posibilidad maravillosa de vincularse con los otros y enriquecer el alma. “Me interesan las relaciones humanas”, subrayaba una y otra vez. Por eso, en su caso, odiaba que consideraran como una “carrera” a su extensa y fértil trayectoria artística en teatro, cine y TV. “Yo no creo en una carrera, no hago una carrera; lo mío es un oficio, es un andar en el que me encuentro con gente, proyectos, dificultades”, afirmó alguna vez con su pausada pero siempre sabia forma de hablar. Una visión social de la existencia humana que le impidió escindir su vida personal de la artística, las cuales siempre entrelazó con naturalidad, ya sea como uno de los fundadores de Teatro x la identidad, o como un simple ciudadano que militaba y participaba activamente de las causas que lo convocaban. El actor y director, que falleció el jueves 19 a los 69 años, dejó entonces mucho más que el recuerdo de sus papeles artísticos, sino fundamentalmente la sabiduría de haber vivido como quiso.

Apasionado pero siempre reflexivo, de buen humor pero nunca condescendiente, Daniel Fanego siempre tuvo claro que la actuación era mucho más que una condición laboral. Tal vez por eso es que al actor y director lo querían todos. “El trabajo es un ingrediente muy importante porque uno no solamente gana dinero o no, o gana poco -detalló hace un tiempo a este diario-. Uno se siente realizado, socializa, conoce otras personas, se enriquece. Tal vez no sea el único elemento para buscar y encontrar la felicidad. No creo en una felicidad de comedia musical. Creo que la felicidad es una construcción y es la aceptación, además, del paso del tiempo; es la aceptación de que no todos los días son iguales ni todos los tiempos son iguales. Se sube y se baja, hay momentos buenos y malos. Tal vez la felicidad sea encarar eso con la mayor vitalidad posible, y con mucha fe en uno y con los seres que uno ama. Y de los que se rodea afectivamente”. Nota aquí.



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