domingo, junio 05, 2016

Luis García Montero

Europa: perder la vergüenza


No hay ninguna obligación de escribir o de actuar para caer simpático. La tarea, por ejemplo, de un intelectual tiene más que ver con los usos de la conciencia crítica que con el deseo de levantar aplausos. Pensar no es buscar unanimidades, sino asumir los incómodos matices de la realidad. Se trata de no mentir, y a veces esta voluntad de la no mentira resulta menos simpática que la mentira o, incluso, que la verdad.

Quien no busca la simpatía acepta el riesgo de perder prestigio. Situar las discusiones en la inquietud, en los matices que interrumpen la prisa de la opinión tajante y las conclusiones fáciles, suele generar un efecto de animadversión. Opinar sin responder a un espacio prefijado supone quedar fuera de onda. Nota aquí.

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