martes, marzo 14, 2017

Karmelo C. Iribarren

Karmelo C. Iribarren, el poeta que ponía copas

El escritor donostiarra publica su nueva obra, ‘El amor, ese viejo neón’


Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) fue fontanero, vendedor de enciclopedias y camarero en una residencia de ancianos. Pero sobre todo fue el tabernero sombrío del Akerbeltz, según se mira al fondo de la Parte Vieja de Donosti, a la izquierda, un antro inolvidable de cuando entonces, tiempos duros, sexo, droga, terrorismo de ETA y rock and roll (“yo no era un barero simpático, no tenía ganas de hablar con la gente”). Allí, tras la barra, en los tiempos muertos, Iribarren escribía. Eran los versos libres paridos por un verso libre de la noche. Se hizo alcohólico, lo cual ya pasó, y un enorme poeta, lo cual permanece. La ‘C’ a secas es por el buen concepto que guarda de la familia paterna, que lo dejó metido en un orfelinato donde las monjitas le partían platos en la cabeza con siete años. Su biografía, la de un tipo marcado desde niño, incluidas las visitas a la cárcel de Martutene para ver a sus hermanos. “Hay mucho pesimismo en mi poesía pero también celebración, hay mucho humor y mucha ironía. Yo no tuve una infancia maravillosa. Lo lógico es tenerla. No fue mi caso. Y eso a mí me marcó, igual viene de ahí esa mirada que le echo yo al mundo. Pero al mismo tiempo yo soy un poeta que no deja de hablar de la vida: aquí estoy, sigo andando, aunque no vaya riéndome”. Nota aquí.


0 comentarios: