martes, diciembre 24, 2019

Osvaldo Bayer

Nuestro viejo, un año después

Y hace un año hizo las valijas y se fue. Sin decirnos adónde. Nunca nos contó. Pero le seguimos la pista desde aquel día en la plaza de Belgrano, la de su niñez, cuando lo despedimos entre banderas rojas y negras, con charango, con los tangos libertarios, llorando los versos de Arbolito sobre Osvaldo y su maleta llena de historias para contar, con las Madres, con sus amigos, con los jóvenes que nunca lo vieron pero lo seguían ávidos por conocer más de ese barbudo canoso que hablaba de ética, de ejemplo, de lucha incansable. Que daba ánimos libertarios en los momentos más difíciles, que explicaba cómo no dejarse corromper por el poder.

En su viaje interminable sigue dejando huella. Anduvo hace poco en el Bolívar pampeano cuando la semilla que sembró con su idealismo utópico germinó, brotó e hizo que le cambiaran el nombre a la plaza que llevaba el nombre innombrable del genocida de indios, para ponerle justamente el nombre de Plaza de Pueblos Originarios. Nota aquí.



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