miércoles, abril 15, 2020

Luis García Gil

El Templo de carne de Aute

Templo vino a ser en la discografía de los ochenta de Aute como una bofetada a la industria, uno de esos discos que reflejan la querencia de Aute por situarse en los márgenes, como un cantautor outsider que quiere huir de la senda trazada. ¿Para qué el éxito de las plazas de toros atestadas? ¿Por qué no arriesgar la canción y jugarse el verbo hecho carne? Aute buscaba en Templo una exploración religiosa cargada de heterodoxia, de simbología, que estaba ya preanunciada en su obra anterior, en destellos certeros como “El universo” que Aute había grabado en el disco Nudo de 1985. Digamos que “El universo” antecede a la poesía que Aute derrama en de Templo de carne, prologada por Fernando Savater, en 1986, entonces filósofo referencial.
El disco Templo lleva a la canción el verso pasionista de Templo de carne. “Disuelto en tus entrañas/ de líquidos secretos/ desentrañaba el Nudo/ de Dios y su misterio” cantaba Aute en “El universo”. Y en “Cada vez que me amas” de Templo, Aute vinculaba el amor con un milagro: “Tus manos, cuando me tocan, curan/ mis heridas más invisibles”.   Búsquese la versión grabada en el disco Mano a mano con Silvio Rodríguez que demuestra, que al menos esta canción rompía ligeramente la propuesta hermética de Templo, sin ningún single potencial. Crónica aquí.

0 comentarios: