jueves, septiembre 10, 2020

Ana Montojo

MANERAS DE QUERER

Amor, un solo nombre con demasiados usos,
el diccionario a veces resulta tan escaso…

Igual lo utilizamos para el vértigo
que nos lanza al abismo glorioso de otro cuerpo
sin más dato objetivo que el temblor de la carne,
como se lo aplicamos 
a los absurdos sueños que llenan nuestras noches
en una persistente adolescencia,
tan fuera de lugar como de tiempo.

Y no se queda aquí nuestra escasez
en lo que atañe al léxico:
también amor decimos a ese modo
tan vil de hacerse daño
con que a veces se aman los amantes,
en lugar de llamarlo mala baba, 
que es mucho más preciso.

En cambio no le damos ese nombre
a ese amor que está ahí, discretamente, 
acogedor y cálido,
compartiendo silencios, soledades,
ideas, inquietudes,
ofreciendo su hombro para el llanto,
respetando la carga de la vida,
el espacio privado y, poco a poco,
apenas sin querer
se vuelve imprescindible. 

Ese amor que nos ama sin decirlo
porque no es necesario decir nada.


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