miércoles, febrero 02, 2022

Rodolfo Serrano

 Un viejo caballero busca un viejo amor

De vez en vez, y muy de cuando en cuando,
me acerco hasta este bar
de cálidas alfombras,
tenues luces
y el pasado dormido en los sillones.
Me siento al lado mismo de su mesa,
pido un gimlet muy frío
y, educado,
comparto sus silencios,
esas horas finales de la tarde,
y esta cierta
melancolía del otoño.
Siempre está en su rincón,
muy cerca de la vieja chimenea.
Viste el mismo traje
de otras veces
-azul oscuro, tal vez un punto antiguo-
y la corbata roja
-nudo wilson-,
En la silla, el sombrero de Miroc.
Una vez, en una de esas tardes
me contó que era un noble caballero,
que ya no tiene nada y nada espera.
Pero aún sueña con ella,
la que un día
vistió su corazón de seda y humo.
“¿Sabe usted?
El amor es a veces un castigo”.
Apenas dice más.
Unas palabras, y luego ese silencio
de soledad y espera.
Paga, luego, su copa.
Se despide
del agradable joven de la barra
y sale hasta la calle.
Por el aire
suena un rumor de pájaros que vuelven
a los plátanos verdes del paseo.
La noche es como un mar en la distancia.
Sube hasta el cuarto piso.
En la escalera
huele a madera vieja y a repollo.
Después saca la llave, abre la puerta
y le llega del fondo el ruido horrible
de un televisor que ha enloquecido.
“¿Eres tú?”, le preguntan.
“En el horno
tienes la cena. ¿Todo bien?”
“Bien todo”.
Muy despacio, coloca en el armario
el traje azul, la corbata
y, bien doblado,
aquel antiguo amor que, en este instante,
ríe con la televisión a todo trapo.
Foto de Raul Cancio.



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