viernes, abril 05, 2024

Bar El Campillo

 El Campillo, la nueva aventura en Madrid del cocinero de La Malaje que homenajea al bar de toda la vida

Manuel Urbano, que estuvo siete años al frente del exitoso restaurante andaluz, regenta un bar en el que se sirve todo aquello en peligro de extinción: cañas a dos euros con aperitivo, cafés en vaso y tapas cuidadas

A primera hora, sobre la barra de El Campillo, abundan los cafés con leche en vaso. El público es variopinto, pero compuesto principalmente por vecinos que desayunan con cierta rapidez y se van. El avance de la mañana da paso a las cañas, el tapeo y la conversación. A ratos el bar está lleno, a ratos en calma. Nunca vacío. “Es un local que tiene su propio cliente y desde por la mañana a por la noche cambia mucho. Tenemos de todo tipo y edades. También muchos de La Malaje”, cuenta Manuel Urbano, conocido en Madrid por su cocina en el restaurante andaluz que menciona y que regentó durante siete años con éxito, primero en la calle Relatores y después en la plaza de la Paja. Acaba de llegar del mercado de La Cebada, de donde sale, asegura, el 90% del producto que sirve en este pequeño y modesto establecimiento en el barrio de Embajadores.

Un bar de toda la vida, de los no impostados, en el que la caña con aperitivo cuesta dos euros y en el que, con apenas un horno y una plancha, se elabora una oferta variada de platos, con la buena mano en cocina que caracteriza a Urbano. “Puede parecer que es un paso atrás, de ser un cocinero reconocido a abrir un bar, pero existe un punto de reivindicación de estar cara a cara con los clientes, de recuperar el concepto de taberna”.

Urbano, de 35 años y nacido en Córdoba, siempre supo que su vida en La Malaje tenía fecha de caducidad. “Tengo mucha más cocina y allí me encasillé”, dice, sobre el que fue referente en cocina del sur en la capital y en el que llegó a haber 90 referencias de vinos generosos por copa. La historia del restaurante se cuenta en pretérito, porque tal y como predijo, el proyecto —que compartía con otros dos socios— cerró después de que el destino obrara y pusiera en el camino de Urbano una propuesta para quedarse con El Campillo, en pleno meollo de El Rastro madrileño los domingos. “La idea principal era compatibilizar los dos, pero aunque yo era la cara visible solo tenía un 40% de la sociedad y esto es 100% mío. No iba a ser capaz de gestionar los dos como me gustaría, no iba a estar ni aquí ni allí. No fue una decisión fácil, pero pensamos que lo mejor era cerrar”, explica sobre el inesperado carpetazo. Nota aquí.






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