jueves, mayo 09, 2024

Cecilia

 Cecilia: historia de una frustración

El segundo álbum de la cantautora pretendía escenificar su liberación. No fue posible

Parece una metáfora cruel: la España moderna chocando con el país ancestral. Fue una noche de agosto de 1976. Cecilia y sus músicos volvían de una actuación en Vigo cuando, a la altura de Colinas de Trasmonte (Zamora), su Seat 124 se empotró contra un carro de bueyes que se desplazaba por una calle sin iluminación. Moría la cantante y su baterista, Carlos de la Iglesia. Puede que el coche rodara demasiado rápido: Cecilia debía estar esa mañana en un estudio de grabación madrileño.

El recuerdo de Cecilia está difuminado por ese final trágico: la gran creadora que perdimos, el impuesto pagado por los músicos a la carretera, el Club de los 27, etc. Una melaza que nos hace olvidar que ella era un talento en evolución, marcada por condicionantes sociales, industriales e incluso personales.

Un librito de Eduardo Bravo, Cecilia 2. La historia del disco que no pudo ser (Lengua de Trapo) nos devuelve a la cantautora en pleno zafarrancho de combate contra la censura y los miedos de su discográfica. Lo que salió como Cecilia 2 iba a tener un título menos aséptico, Me quedaré soltero, con una foto de Pablo Pérez Mínguez que mostraba a la artista falsamente embarazada. No lo permitieron.

Bravo comparte la taxonomía de Fernando Márquez El Zurdo, que sitúa a Cecilia en una Tercera Vía, entre los cantautores y el rock, junto a Vainica Doble, Jaume Sisa o Rodrigo García (solo o como parte de CRAG). La particularidad de Cecilia residía en su formación cosmopolita: era una folkie con modos hippies, que a su regreso a Madrid paulatinamente se descubrió más española que el gazpacho. Nota aquí.










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