martes, mayo 20, 2025

Héctor Alterio

 “A mis 95 ya me entrego mansamente a la vida, como en un tango”

Lleva actuando casi 80 años y ahora está de gira por España con su obra autobiográfica ‘Una pequeña historia’. El actor reflexiona en esta entrevista sobre el oficio de actor, el exilio, la vida y la muerte: “Aún me divierte entretener a los demás sobre un escenario”.

El día que se subió a un escenario por primera vez en la radio sonaba La Zarzamora de Lola Flores. En España aún no existía la televisión, sólo habían pasado tres años desde el final de la Segunda Guerra Mundial y aún faltaban cinco años para la coronación de Isabel II de Inglaterra. En Argentina, Borges escribía el último relato de El Aleph, Julio Cortázar publicaba sus primeros cuentos y Perón llevaba dos años al frente del Gobierno. Era el año 12 a.M. (antes de Maradona). En ese mundo de mediados del siglo XX tan distinto al de hoy, en el Buenos Aires de 1948, Héctor Benjamín Alterio Onorato debutó como actor protagonizando Prohibido suicidarse en primavera, de Alejandro Casona. “Quería entretener a los demás”, recuerda. “Solo eso. Me hacía sentir como un rey”. Tenía entonces 19 años...

Es de noche y chispea en la puerta del teatro Santo Tomé de Ávila. Un coche oscuro se detiene junto a la fachada principal y de su puerta trasera se baja Héctor Alterio. Hoy tiene 95 años, 77 más que aquella primera vez. Viste traje negro y camisa blanca, está muy delgado y se mueve ligeramente encorvado. Entra y camina despacio hacia una sala de butacas aún vacía. Sube al escenario, se prueba unas zapatillas de deporte también negras que le acaban de regalar y se ajusta una gorra azul de marinero. Bromea y ensaya un par de tangos con el pianista Juan Esteban Cuacci.

El último organito irá de puerta en puerta

hasta encontrar la casa de la vecina muerta

de la vecina aquella que se cansó de amar.

Tiene la barba blanca perfectamente recortada y cuando sonríe cientos de arrugas le dibujan la cara como si fuera un mapa cartográfico. Cuando habla lo hace despacio, como si pensara bien cada palabra. A ratos parece cansado y se queda callado, con sus enormes y profundos ojos azules observándolo todo como un búho. “Tengo 95 años y me sigo divirtiendo entreteniendo a los demás”, proclama mirando a su alrededor. “Cuando lo hago, me sigo sintiendo como un rey”.

Está de gira por toda España. Es febrero de 2025 y ya hace casi un lustro que murió Maradona.

Sobre el escenario solo hay un piano, dos sillas y unos atriles. No necesita nada más para la función. Media hora después llega el público y se encienden las luces de escena. Comienza a interpretar Una pequeña historia. De pronto, todo se transforma. Como si una fuerza sobrenatural lo estuviera poseyendo e iluminando, sostiene con una energía inaudita un monólogo de 90 minutos sin apenas puesta en escena que es una suerte de Alterio al desnudo: él hablando, él cantando tangos, él recitando poemas y textos de León Felipe y Cátulo Castillo, recordando historias de su infancia y juventud en Argentina, de su exilio en España. “Hay que estar un poco chiflado para estar aquí, pero yo necesito esta locura”, dice. Cuando termina, los espectadores le aplauden en pie. Muchos se acercan a darle la enhorabuena. Algunos le dan un abrazo que él devuelve. Otros muchos hablan entre ellos: “Qué barbaridad”.

Su rostro casi centenario refleja una emoción muy honda ante la ovación, pero él se quita importancia de inmediato. “Vámonos a cenar”, dice. Su pequeño equipo lo recoge todo en menos de 10 minutos. Y se van a tomar un chuletón.

Semanas después, Alterio nos recibe en su casa, un luminoso chalé cerca del barrio madrileño de Arturo Soria en cuyo salón se agolpan decenas de premios que ha ganado a lo largo de su carrera. Están presentes su esposa, Ángela Bacaicoa, psiconanalista y autora de Una pequeña historia, y su hija Malena, también actriz, como su hijo Ernesto. Malena, al igual que su padre, ha tenido una carrera de fondo, escalando poco a poco hasta ganar el Goya a mejor actriz en 2024, con 50 años, por la película Que nadie duerma. Ella nos acompaña a lo largo de toda la conversación y ayuda a su padre a completar algunos detalles de sus 95 años de vida que Héctor ha olvidado o le cuesta recordar. A veces la conversación no es fácil. A veces parece cansado rememorando. Pero en ningún momento sus ojos dejan de mirar con esa calidez tan suya, la misma que desprende en la pantalla, una calidez que de inmediato hace sentir bien.

¿Qué le mantiene aún sobre el escenario?

Soy actor. Esta ha sido y es mi forma de ganarme la vida durante casi 80 años.

Pero supongo que ya no lo hace por necesidad económica.

Bueno, también en parte.

Su esposa, Ángela, interviene de inmediato:

—Pero Héctor, por supuesto que podrías retirarte. Lo haces porque te gusta, porque quieres hacerlo, porque te hace sentir bien…

Cambiemos la pregunta entonces. La mayoría de la gente de su edad lleva varias décadas jubilada. ¿Qué es lo que le gusta tanto de la actuación como para seguir ensayando, actuando y haciendo giras a solo cinco años de cumplir 100?

Me da la posibilidad de expresarme. No tengo otra. Y me sigue gustando muchísimo entretener a los demás. A lo largo de mi vida he buscado sobre todo dos cosas: entretener y que me crean, que crean en lo que estoy haciendo sobre un escenario. Esto es muy importante. Para mí actuar ha sido una búsqueda incesante de la verdad. Nota aquí.






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