Una mujer sola en un bar
Estalla como un sol de fuego y agua,
se detiene en la tarde de cansancio,
desmayada de luz y piel de hada.
Esa belleza, dulzura de unos ojos,
la perfección de un cuerpo, ese momento
que de pronto deslumbra, que de pronto
revuelve los bolsillos de la carne.
Ay, si fueran los tiempos otros tiempos.
Y esa boca la boca que besaran
mis labios en los días del pasado.
Ese latido insomne de los días.
Qué diera yo por esa carne abierta,
esa carne de Dios que aún me reclama
de la barra de un bar, desde la vida
que vuelve, irremediable, hasta mi sangre.
¿Cómo será vivir entre los pliegues
del calor que acaricia mi deseo,
morir en ese aliento, vaciarse
como un vaso de aceite por su pecho?
La tarde se hace sombra en esta calle.
Ella deja, al marcharse, ese perfume
que los sueños desprenden cuando el mundo
es algo inalcanzable. Y tan hermoso.

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