2019
Yo al 2019 le pido que nos traiga otra capacidad para entendernos. No la unión planetaria ni la paz de los pueblos, que es lo que piden las mises con la corona encima de la frente libre, como una inocencia juvenil que todavía conserva su fe en las palabras. No el encuentro feliz entre las diferencias culturales que te cortan el clítoris en cuanto te descuidas o te calzan un burka para cruzar la calle, sino la capacidad para escuchar e intentar comprender a quien tienes más cerca y se parece a ti: porque vive contigo, porque ha formado parte de tu mundo y tiene un timbre propio y parecido, familiar y encontrado en una plenitud del desacuerdo. Porque nos llenamos la boca con las grandes palabras demasiado a menudo y yo pido para este 2019 que nos dejemos todas las grandes palabras atrás. Que empecemos desde lo pequeño, lo próximo y lo frágil, que viene a ser lo que nos hace daño. Que no pidamos logros siderales, políticas de encuentros y diálogo, coaliciones en nombre de una ideología pura, y no seamos capaces de encontrarnos con quien tienes en frente, que no seamos capaces de enhebrar ni el diálogo más nimio, que no hayamos sabido coaligarnos en un entendimiento de la vida. Nota aquí.
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