Joaquín Sabina en el jardín de las delicias
La pasión por los libros del músico nació con Julio Verne y con Salgari, cuando quería ser "un escritor humilde, profesor machadiano en un instituto de provincias"
El Bosco hubiera pintado aquí, en la casa de Joaquín Sabina, El jardín de las delicias y le hubieran sobrado objetos. Está sentado en una butaca rotunda y bajita, de color marrón, acogedora, ante una mesa en la que tienen su sitio el cenicero, un fanal, unos tocados o sombreros chinos "como de hojalata", flores secas, una vela en estado de reposo, un cubo de zinc, un libro abierto, papeles donde tiene apuntadas citas o versos, un libro gordo de Botero. Y detrás hay un piano. Delante y alrededor, una hermosa biblioteca. Él mira al frente, como si se dirigiera al pasado o a los libros. Nota aquí.
0 comentarios:
Publicar un comentario