El contubernio de los racistas
La palabra contubernio estaba muy de moda en mi infancia. Su historia venía de lejos porque se había convertido en un estribillo en la España reaccionaria que preparó el golpe de Estado de 1936 y que mantuvo a Franco en el poder hasta su muerte en 1975. El Caudillo solía resumir los peligros que amenazaban a la identidad española en la denuncia de un contubernio judeo-masónico-comunista. La palabra tiene una carga de profundidad, porque su significado no sólo alude a una posible alianza con fines vituperables, sino a una imposibilidad de cohabitación. Cualquier convivencia con el otro resulta peligrosa e ilícita. Por ejemplo, yo considero muy peligroso congeniar con los racistas.
Se nos viene encima el duro mandato de las identidades. Desde la expulsión de los judíos en el decreto de la Alhambra de 1492 hasta la matanza de El Paso de este verano, con 22 personas muertas y 24 heridas por odio a los hispanos, la inseguridad prepotente de las identidades cerradas ha infectado de mentiras, miedo y rencor un vocabulario dirigido hacia el desprecio y la incomunicación más que al entendimiento. Nota aquí.
Se nos viene encima el duro mandato de las identidades. Desde la expulsión de los judíos en el decreto de la Alhambra de 1492 hasta la matanza de El Paso de este verano, con 22 personas muertas y 24 heridas por odio a los hispanos, la inseguridad prepotente de las identidades cerradas ha infectado de mentiras, miedo y rencor un vocabulario dirigido hacia el desprecio y la incomunicación más que al entendimiento. Nota aquí.
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