lunes, agosto 05, 2024

Luis García Montero

 Días de calma

Quien no quiso caer en la mentira, no sea injusto desde la verdad. Repítelo. Es un día de calma. Así comienza un poema de mi libro Las flores del frío. Lo escribí acostumbrado por la vida y por el siglo XX a un diálogo con las ilusiones. No sólo existe el peligro de la derrota sino también la amenazadora perversión de los éxitos. Mientras voy cumpliendo años y la vida se convierte en un aventurado ejercicio de resistencia, me reafirmo en la voluntad de mantener las ilusiones que definen desde la juventud mi personalidad, pero con la conciencia vigilante para que esas ilusiones no sean injustas y pasen a formar parte de la mentira humana más perniciosa. Todo el mundo necesita mirarse en el espejo. Convivo así con mis sueños, pero en habitaciones separadas.

Aprendí esa lección, una vez más, junto a Rafael Alberti. En 1983, por sus mediaciones, fui invitado como joven poeta a una reunión de intelectuales comunistas en Praga. Viaje allí con personalidades a las que admiraba mucho como Marcos Ana, Juan Genovés, Juan Antonio Bardem o Eugenio de Andrade. Fueron días muy productivos, porque además de conocer Praga y conversar con maestros imprescindibles para mí, pude reconocer la perversión del sueño comunista en el estalinismo de un país del Este. A los tres días de congreso, entre himnos, fotografías del gran líder, coros y danzas, Rafael me preguntó mi opinión y yo le contesté que era lo más parecido a la gran España dictatorial de Franco en la que había pasado mi infancia y adolescencia. Nota aquí.



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