Cafetines de Buenos Aires: un pequeño lugar escondido en el Centro en el que ni siquiera hay espacio para instalar una bacha
Es considerado la cafetería más chica de la Ciudad: se llama Uruguay 14 porque esa es su dirección. Su superficie es de 30 metros cuadrados. Tiene una barra solo para dos clientes y sirven el café en vaso descartable y a $1.000.
A finales del año pasado me regalaron el libro “Antes de que se enfríe el café”. Su autor es Toshikazu Kawaguchi, productor, director y dramaturgo japonés. Con esa obra hizo su debut como novelista. Es la primera de una saga que lo convirtió en un fenómeno de ventas internacional. La historia transcurre en un pequeño café de Tokio que ocupa el sótano de una propiedad. El local pasa inadvertido desde la calle. Sin embargo, una leyenda lo hace trascender. En una de sus escasas sillas se puede regresar al pasado, pero con la salvedad de que ese viaje en el tiempo durará el tiempo en que el café se mantenga caliente y no podrá modificar el presente. Lo traigo a cuento porque su lectura me recordó a otro minúsculo café de Buenos Aires. Quizás, el más diminuto de toda la ciudad. Perdón, nada de quizás, con certeza no existe otro más diminuto. Como ignorado por la mayoría de los porteños.
El dato me lo pasó Julieta Ulanovsky, una auténtica cafetería-hunter que siempre comparte información precisa y valiosa. Por eso me llamó la atención cuando pasé a conocerlo y no lo encontré. La localización dada por Julieta lo ubicaba sobre Uruguay a pasos de Rivadavia. El día elegido para mi visita lucía hermoso. Soleado. Ideal para una caminata. Yo andaba de cafés por el Centro y antes de emprender el regreso a mi casa, decidí corroborar la existencia del tesorito escondido. Pero no lo vi.
La cuadra presta a confusión porque Rivadavia le cambia el nombre a las calles que atraviesa —Uruguay, por ejemplo, pasa a llamarse San José del lado sur—, pero, antes de ser convertirse en avenida, Rivadavia es un imperceptible límite entre San Nicolás y Montserrat que no distingue barriadas y cabe la posibilidad de errar por una calle equivocada. Por lo que inferí que mi informante debió haberse desorientado y dejé la visita para otra oportunidad, una vez que chequeara con ella la exactitud del domicilio. Dispuesto a seguir disfrutando del día, crucé la frontera, atravesé una galería comercial, salí a la Avenida de Mayo y seguí rumbo a La Boca.
Unos días más tarde, visité el Café Vittorio donde se reúne el colectivo de artistas Estrella del Oriente. Recuerdo haber mencionado que el día estaba fatal, que no paraba de llover y que en una tregua de la tormenta, salí del Vittorio —Hipólito Yrigoyen y Luis Sáenz Peña— rumbo al Pasaje Rivarola que estaba por cumplir 100 años de existencia. Cuando llegué a la esquina de Rivadavia y Uruguay un nuevo aguacero me obligó a refugiarme debajo de los balcones de una vieja edificación. En ese instante se produjo la aparición. Porque en la vereda de enfrente, la correspondiente a la numeración par de Uruguay, detrás de una cortina de agua, visualicé el café más pequeño de Buenos Aires: Uruguay 14. El nombre es simplemente la dirección del local. Nota aquí.
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