Se cambian por abrazos
las angustias.
Suspira un conductor de cercanías.
Florecen las oficinistas mustias.
Se empiezan a besar dos policías.
a los que desesperan esperando.
Ofician como iglesias las cantinas:
el barman siempre acaba perdonando.
Yo lavo con alcohol viejas heridas,
no recuerdo el porqué,
tampoco el cuando.
Y te escribo este adiós de bienvenida.
Soy de los que se marchan regresando.
Haces brillar mi ciudad,
todo el silencio se mueve.
La sangre se echa a volar.
Y llueven diamantes,
solo cuando llueves.
Tan tímida y adicta a la imprudencia,
afirman tus amigas que estás loca.
Ignoran, ignorantes, que esta ausencia,
te toca donde nadie más te toca.
Alquílale un trastero a tu memoria,
oculta nuestros besos con remiendos.
Te empapará la lluvia de esta historia,
da igual dónde y con quién,
da igual donde y con quien
estés lloviendo.
Perdón, una vez más, por no llamarte.
Mi coraje se quedó sin batería.
Escapar no es lo mismo
que olvidarte.
No sé si te conté que te quería.
Camino de la oscuridad,
ya ni el silencio se siente.
La sangre se echa a llorar
y llueven cenizas,
solo cuando llueves.
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