domingo, febrero 03, 2019

Elvira Sastre

¿Quién?

Qué triste cuando una librería echa el cierre


Algo triste sucede cuando una librería cierra. No es pasajero ni tampoco casual: es algo sintomático propio de una sociedad herida de muerte. Las librerías no son un establecimiento más: es el lugar en el que se reúne el saber, la cultura, la información, el entretenimiento. Es, junto a las bibliotecas, el sitio en el que uno se alimenta, donde la mente y el pecho crecen fornidos, sanos, preparados. Los libros forman parte de nuestra educación sentimental. No es fortuito que las solapas de los libros tengan forma de puerta. Eso es lo que son: una entrada a un sitio siempre mejor.

No soy capaz de contar las veces que un libro me ha salvado de mi propia vida ni las que me ha enseñado qué hacer para salir a flote. Tampoco puedo enumerar las ocasiones en las que me han llenado de alegría y aventura. Tengo un recuerdo muy claro de cuando era pequeña y que rescato, a veces, cuando los días me ahogan: los viernes por la tarde siempre subía a la biblioteca de Segovia después de comer y me pasaba toda la tarde leyendo hasta que llegaba la hora de quedar con mis amigos. Después, volvía a casa y seguía leyendo. No tenía nada más que hacer, nada en lo que pensar, ninguna obligación que cumplir: solo leer. Esa sensación tan lejana ya me produce un bienestar incomparable. Sé que no volverá a repetirse, pero tampoco quiero. Está ahí, viva, dentro de mi memoria. 
Nota aquí.


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