jueves, octubre 07, 2021

Silvio Rodríguez

 Silvio Rodríguez: ante todo, poesía

El cubano actúa en Madrid en un concierto con sus grandes temas y acompañado de los músicos asombrosos de Trovarroco.

Aparece este sábado Silvio Rodríguez en el WiZink Center de Madrid con una gorra que dice: “Aprendiz”. Es lo que más llama la atención de su figura, parapetada tras un atril que le esconde aún más el rostro y corta en tres pedazos una figura cubista y fragmentada de la que uno solo puede verificar apenas el chorro de voz.

Basta para identificarle con eso. La garganta del cubano sigue intacta, ni asomo de vibrato en ese tono aún agudo, terso y juvenil a sus 74 años, capaz de entonar la siega y la siembra de sus canciones, todavía vivas dentro del repertorio trascendente y más significativo de lo que fue la nueva trova. A través de las décadas, sus himnos y sus baladas, sus versos y sones son ya clásicos aun vibrantes coreados al unísono en un recinto abarrotado de voces que trascendieron la barrera de las mascarillas.

Dice Rodríguez que aún se siente parte de la revolución. Pero la grandeza de su música ―por eso trasciende― reside en haberse sabido alejar en su mayoría de lo estrictamente panfletario. La poesía, como esencia, es su fin y su valor. Pocos han sabido como él trazar una delicada ambigüedad entre el discurso político y el amor; entre lo reivindicativo y lo que, sencillamente, aun cargado de dinamita social, puede elevarse a obra de creación. Cuando todo se hunde, se salva lo indestructible, que tiene que ver con el arte atado por igual a lo íntimo y a lo colectivo. Y eso es mucho salvar.

Por eso resuenan con vigor aún sus grandes temas. Lo mismo da que los cante en una calle de La Habana o, como este sábado, en el barrio de Salamanca madrileño, un reducto nada simpatizante de la Revolución cubana. Un pequeño grupo de miembros de la comunidad cubana en Madrid se instaló en el exterior del WiZink para protestar por el concierto y exigir democracia en Cuba. Dentro, el recinto estaba atiborrado de fieles izquierdistas en diferentes escalas de intensidad ―desde la radical y la sencillamente progresista― y una transversalidad generacional que daba idea de hasta qué punto el “aprendiz” cala aún hoy entre los jóvenes. Nota aquí.



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