sábado, junio 22, 2024

Karmelo C. Iribarren

 En los bares y en los trenes, al anochecer, cuando se encienden las luces, en más de una ocasión me he llevado un pequeño susto al observarme, de repente, mirándome desde el cristal. ¿Quién es ese? Es evidente que soy yo. ¿Pero soy yo, realmente? Traigo aquí esta anécdota porque pienso que algo muy parecido a eso sucede con el personaje que transita por mis poemas. Hasta qué punto la imagen que me devuelven estos poemas coincide conmigo. No sabría decirlo. Sin embargo, observando ahora, treinta años y casi mil poemas después, lo andando, sí percibo algo que quizás pueda interesar a algún lector, y que a mí, he de reconocerlo, empieza a resultarme inquietante. Tengo la sensación de que aquel personaje apenas esbozado en los primeros libros, y que se me parecía aún lejanamente, ha ido tomando forma y protagonismo en los últimos hasta el punto de hacer que me pregunte si no será ya él quién manda de verdad en nuestra relación especular; si no será él el modelo y yo solo el rostro que, desde la penumbra, pugna por emerger y parecérsele.



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