“He hecho dos o tres grandes papeles, muchos medianitos y alguna cagada”
El actor, 70 años de vida y 45 de profesión, estrena ‘Mikaela’, de Daniel Calparsoro, donde interpreta a un resabiado policía a punto de jubilarse enfrentado de chiripa a la misión de su vida.
Sucede con Resines lo que con esas celebridades a las que has visto madurar, y envejecer, contigo al otro lado de la escena: te parece conocerlo de toda la vida, aunque solo lo hayas visto tres veces en tres sitios. En un gesto insólito en tiempos de maratones de entrevistas contrarreloj en hoteles, el actor cita en su casa. Un pisazo en un señorial edificio con vistas al Retiro, colonizado por toda la quincallería imaginable de Tintin y Milú, de los que es fan fatal, y presidido por una tele tamaño estadio, regalo de boda de su enlace, en 2021, con Ana Pérez-Lorente, su compañera de los últimos 30 años. El busto del Goya por su papel en La buena estrella y el diploma acreditativo de su condición de cónsul honorario de Sildavia, el reino imaginario de su adorado personaje de cómic, compiten por el mejor lugar de su egoteca particular en el salón de su guarida. Aunque, el día que nos vimos, tenía prisa para coger el tren que le llevaría a pasar las Navidades en su casa de Comillas, Cantabria, no ahorró ni tiempo ni palabras. Empezamos hablando de la reciente muerte de Marisa Paredes, con la que coincidió en el rodaje de Ópera prima, y con la que compartió, en diferentes épocas, su condición de presidentes de la Academia de Cine. Pero su torrencial conversación nos llevó por insospechados vericuetos. Esto es solo un apretado resumen.
He visto en Wikipedia que se llama usted Antonio Cayetano Francisco de Sales Fernández Resines. Qué calladito se lo tenía.
No sé quién ha sido el nota que lo ha puesto, porque en mi DNI solo pone Antonio. Pero, sí, así me llamo. Antonio por Antonio, Cayetano por el santo del día que nací y Francisco de Sales porque, entonces, las familias muy católicas, y la mía lo era, nos ponían bajo la advocación de un santo. Lo llevo fenomenal, oye. En eso, aplico lo que me contó una vez Alfonso Ussía que le decía a sus hijos: “Hijos míos: naturalidad ante el marisco”, que puede parecer muy pijo, pero que es una actitud que vale para todo. Pase lo que pase, bueno o malo, se hace como que todo es normal y uno controla.
También he leído que define lo suyo como “hacer el tonto”. ¿Lleva 45 años haciéndolo?
Bueno, cuando empecé a rodar, con Ópera prima, hace 45 años justo ahora, yo, realmente, hacía el tonto, en el buen sentido. A mí no se me ocurría decir que yo era actor: yo salía, decía la frase que me había escrito otro y a la gente le hacía gracia. Eso, que no es muy complicado, cuando sigues, se empieza a complicar. Pero, vamos, que tampoco es tan difícil hacer lo que yo hago. Nota aquí.
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