viernes, enero 10, 2025

Rodolfo Serrano

 Padre

Y qué tristeza, padre, qué tristeza .
Cuánto dolor dormido en tu recuerdo.
Esos años sin pan y sin trabajo.
¿Y cómo te apañabas, padre mío
en esa lucha a muerte por la vida?
Tu miedo y nuestros miedos en aquella
España de hojalata y de miseria
nos remueven como un viento de furia,
nos levantan los polvos del pasado,
nos desnudan el sueño hasta los huesos.
Qué tristeza, padre mío, al recordarte,
tu cansancio y tu hambre, tus dolores
de andamio y de cemento, la amargura
de yugos y de flechas, la metralla
bajo tu piel de guerras y derrotas.
Y siempre tu silencio, como piedra
clavada en lo más hondo de tu alma,
espejo sin azogue, mortal, frío,
de un pueblo que moría entre las sombras,
desangrado, sin sol, inútil, yerto.
Hoy los odios ocupan nuestras calles,
persiguen nuestros sueños, amenazan
la paz y la palabra, nos aplastan
con su bota de sangre, nos señalan
igual que, padre, a ti, como un insulto.
Desafecto. Tú eras desafecto.
Subrayaron tu cuerpo, proscribieron
tu nombre en los papeles oficiales,
te abrieron en canal como a las bestias,
te colgaron por plazas y por calles.
Te dejaron morir en el olvido.
Jamás pudiste asaltar, padre, los cielos.
El tiempo te ha borrado de la historia,
mas vives en nosotros, como un río
que ha regado de vida nuestras vidas.
Padre, padre.
Foto de Raul Cancio.



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