Del tiempo y silencio compartido con Pablo Guerrero, recuerdo una noche de frío y día laborable en el que hablando de nuestra devoción compartida por Lisboa, junto a Rafa y Moncho, él nos dijo: “Vamos a casa, cojo el coche y nos vamos a desayunar allí”. Y dijimos que no, claro, que al día siguiente teníamos que trabajar. Ya sabéis. Y no, no deberíamos saber.
El otro día Irene me dijo que había sacado un nueve en Lengua. “Qué bien hija. Pero eso no es importante, ¿crees que cuándo hagas repaso en el final de tu vida recordarás eso? Llegarán a ti los nombres de antiguos amores, amistades y viajes”.
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