La pausa de una voz sabia y grave
Prisa, angustia y ruido. Bocinas, humo y desasosiego. Más prisa, el teléfono escupe un mensaje y más allá se escucha el tono de otro que reclama con estridencia la atención de su propietario. Velocidad. Más velocidad. Entonces aparece un señor vestido de gris, sin corbata, con un sombrero Borsalino rematando su estampa. Era Leonard Cohen. Todo se paró entonces, el tiempo pareció detenerse y nada recordó la sociedad febril que quedaba fuera del recinto. Se obraba el milagro, lo en apariencia imposible. Nota aquí.
jueves, octubre 04, 2012
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