José Emilio y la gran belleza
Uno empieza a morir en las agendas. El paso de los años se querella contra nosotros, pero no por los números tachados en el calendario, sino por los que duermen sin voz en las agendas. Uno no puede borrar los nombres y los números de los amigos muertos. Uno empieza a borrarse a sí mismo cuando los teléfonos pierden poco a poco la vida. Aunque no estemos dispuestos a olvidarnos de ellos, sabemos que cada vez vivirán más pálidos, más encerrados en sí mismos, sin dejarse calentar por la luz del sol o por la cena y la conversación de una buena noche. Nota aquí.
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