“La vida es como el fútbol, lanzarse a correr y ver qué pasa”
El Hijo del Viento y una charla existencial en el hotel más caro de la ciudad. Del miedo a fallar su memorable gol contra Brasil a un sinfín de reflexiones sobre la vida del futbolista, el Cani que conquistó millones de corazones pica al vacío y deja frases para el recuerdo.
Hay una cascada, una corona gigante dorada, una barra con las bebidas más caras del mundo, la humedad del mayo tardío y su voz como un susurro constante. El patio del hotel Faena está vacío de gente pero lleno de sillas y mesas, casi como si imaginar un trayecto en línea recta fuera un imposible que acabara con la tentación de encontrar un pasillo lo suficientemente largo para poner a correr a Claudio Paul Caniggia, el Hijo del Viento. Casi 28 (sí, 28) años después de Italia 90, él se para igual, tiene el mismo peso, sostiene el mismo cabello al que sólo le falta su clásica vincha y no parece, de ningún modo, un hombre de 51 años. El Cani sigue siendo el rock glamoroso, el vértigo trepidante y esa mueca de nostalgia ante el guacho tiempo y sus injusticias. Alcanza con mirarlo para sentir imparables ganas de verlo jugar un rato más. Nota aquí.
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