Puente de Río a Montevideo
“Tengo bien claro que me interesa cada vez menos estar en la ruedita del hámster”, señala el cantautor uruguayo, que les dio forma a las canciones de su séptimo disco bien rodeado de músicos brasileños que le terminaron de armar un sonido de simbiosis.
Drexler (Daniel) busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Empezó a dos años de terminar el siglo XX cuando, con un disco premonitorio desde el nombre (La llave de la puerta) intentó posicionarse en el mundo de la canción de autor, cerca de su hermano Jorge. Luego, con el nuevo siglo, llegaron Full Time, Vacío, Micromundo, Mar abierto y Tres tiempos, un DVD libro que revisa conceptualmente sus primeros tres trabajos. Esta es su microhistoria reciente, cuyo principal rasgo haya sido, tal vez, sobreponerse al peso del apellido. Ser más Daniel que Drexler, dicho de otra forma. El presente, en tanto, expresa la continuidad de ese camino ansioso y onírico a través de un disco cuyo nombre va de suyo con el fin: Uno. “La frase de Rubén Darío ‘la celeste unidad que presupones hará brotar en ti mundos diversos’ sintetiza muchas de las cosas que quiero decir en Uno”, despliega el cantautor, despegándose de la suposición a priori: el tango de Discépolo y Mores. “Otra razón es que, luego de vivir durante casi veinte años sintiendo que la encrucijada entre ciencia y arte en la que me encontraba (y encuentro) era una maldición divina, descubrí que mis mejores versiones en ambos campos surgieron gracias a esa encrucijada”, detalla Drexler, que presentará su disco este sábado 26 a las 21 en La Usina del Arte (Caffarena 1). Nota aquí.
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