UNA MAÑANA DE VERANO
Hoy me he despertado
con ganas, con algo parecido
al entusiasmo.
Me ducho -me he dicho-
me preparo el café y salgo
ya mismo a la calle,
porque hoy -no cabe duda-
va a haber algo para mí en alguna parte.
Y aquí estoy ahora,
en la terraza del café Viena,
detrás de mis gafas de sol,
a la caza del menor atisbo,
de la más diminuta expectativa,
pero empezando ya a pensar
-viendo las primeras nubes ahí arriba-
si no habrá sido todo
una falsa alarma.
No importa. Me levanto
antes de que me impacte
la primera gota
y echo a andar hacia el río.
Vuelvo a casa con él (y contigo
en el pensamiento)
y a no más de cincuenta metros del portal
se rompe súbitamente el cielo.
Ligeramente moteado
miro la tormenta un rato
desde mi estudio
y me lanzo a la escritura de un poema
que versa sobre un día de verano
en el que la suerte
no me fue del todo esquiva.
con ganas, con algo parecido
al entusiasmo.
Me ducho -me he dicho-
me preparo el café y salgo
ya mismo a la calle,
porque hoy -no cabe duda-
va a haber algo para mí en alguna parte.
Y aquí estoy ahora,
en la terraza del café Viena,
detrás de mis gafas de sol,
a la caza del menor atisbo,
de la más diminuta expectativa,
pero empezando ya a pensar
-viendo las primeras nubes ahí arriba-
si no habrá sido todo
una falsa alarma.
No importa. Me levanto
antes de que me impacte
la primera gota
y echo a andar hacia el río.
Vuelvo a casa con él (y contigo
en el pensamiento)
y a no más de cincuenta metros del portal
se rompe súbitamente el cielo.
Ligeramente moteado
miro la tormenta un rato
desde mi estudio
y me lanzo a la escritura de un poema
que versa sobre un día de verano
en el que la suerte
no me fue del todo esquiva.
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