Sabina, una vida convertida en poema
El mayor bardo de nuestra música popular dignifica hasta la sordidez y el esperpento
Las letras de las canciones de Joaquín Sabina están recogidas en el volumen titulado «Palo seco» (Colección Visor de poesía). Como sabemos, son letras tan populares que en ellas nunca se pone el sol: puedes oírlas de igual forma en un bar del Mar del Plata o en una emisora portuguesa, en la montaña de Quito o en un garito gitano de Jerez. En ellas no solo se escucha la música, sino que se escuchan y se piensan las palabras, por eso emociona tanto que su casticismo urbano madrileño no deje de recorrer el mundo generación tras generación. Si somos las canciones que nos gustan, Sabina logra que nos identifiquemos con cada uno de sus personajes y con cada una de sus historias tal vez porque lo que cuentan forma parte de nuestra vida o de los sueños que forman parte de nuestra vida.
No hay duda de que Sabina es el mayor poeta de nuestra música popular. Sus letras mantienen en todo momento esa tensión de imágenes, de emociones, esa compleja red de sentimientos a la que llamamos poema. En realidad él coge una ciudad y la convierte en poema. Coge sus calles, sus bares, sus putas, sus colgaos, la vida de la gente y las convierte en versos que contienen la sentimentalidad de nuestra época. Quiero decir la electricidad urbana de nuestra época. En ellos está toda la imaginería pop de la España postcañí, esa que en este tiempo se ha teñido de democracias, movidas, crisis, nuevas formas de amor y un buen repertorio de adicciones. Noya aquí.
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