domingo, julio 22, 2018

Joaquín Pérez Azaústre

Masaya

Tres meses después, el asalto a Masaya simboliza una fractura convertida en crimen. Nicaragua lleva 351 muertos, pero el ejército de Daniel Ortega, formado por policías y paramilitares, asedia Masaya y arrasa Monimbó, su barrio indígena. Nicaragua ha dejado de ser la poesía sensorial de Gioconda Belli y las novelas del Premio Cervantes Sergio Ramírez: ahora Nicaragua es un fulgor de golpes silenciados bajo las tapias, de vísceras ardientes en las manos y mensajes de despedida grabados en el móvil en mitad de un tiroteo, enviados a unas madres que no hicieron la revolución sandinista para esto.Nota aquí.




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