Un bar
Mira, ya ves, estás aquí sentado,
en un bar al que nunca has ido antes.
Un camarero que no sabe tu nombre,
una copa de vino, este silencio
y la vida que pasa lenta y suave.
No hay mucho que contar. No ocurre nada.
Vive, pues, el momento, sin preguntas,
y aprende que la vida es sólo esto:
un día luminoso, cuatro sorbos
de un vino seco y frío entre los labios.
Añora, sin dolor, aquellas cosas
que no ocurrieron nunca y que soñaste.
Recuerda los amigos que un día fueron
versos de Ana Montojo o Pedro Andreu.
Las veces que bebiste sólo y triste.
Disfruta de esta paz y aburrimiento.
De la gente que pasa por la puerta,
de este bar sin clientes. Y recuerda
que el infierno deber ser muy parecido
a un bar en el que nadie te conoce
con un barman callado tras la barra.
Pero, a pesar de hastíos y rutinas,
aún queda algún pedazo de tus sueños,
esta casi esperanza, este deseo
de escapar hacia mares misteriosos
o llegar por desiertas carreteras
a ciudades que nunca visitaste.
Consuélate. Tal vez, tal vez encuentres
un bar en el que que brindes por su nombre
y el camarero te invite a la penúltima.
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