Una vejez tranquila
A Julio Nieto
Ciertos amores viejos que ya no te recuerdan.
El estremecimiento dudoso en un semáforo
al encontrar de pronto a una mujer hermosa.
Un poema esbozado a duras penas.
El recuerdo de un nombre que aún te mata.
Una tarde perdida en este sol de invierno.
O el insomnio de una cama sin el cuerpo de ella.
Por fin ser invisible y que nadie te mire.
Esa tos de los lunes y el dolor de los martes.
Esperar nada y nada con el reloj parado.
Las píldoras diarias y visitar el baño
a su debido tiempo.
Es lo que llaman -dicen- una vejez tranquila.
Foto de Raul Cancio
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