Andrés Ciro Martínez, de Ciudad Jardín al mundo: la historia de la última gran estrella del rock nacional
PARECE QUE 15 AÑOS DE AUSENCIA FUERON SUFICIENTES Y, CON EL EMPUJE QUE DA LA PUBLICACIÓN DE SU ÚLTIMO CONCIERTO, PODRÍA HABER UNA SEGUNDA VUELTA PARA LOS PIOJOS. LIDERADA POR ESTE ANIMAL DE ESCENARIO QUE JAMÁS DEJÓ DE CANTAR SUS TEMAS, LA BANDA DE EL PALOMAR ESTÁ MÁS CERCA QUE NUNCA DE PROTAGONIZAR UN REGRESO DE LOS MÁS ANHELADOS.
“No te sorprenda volverme a ver”. Esto decía uno de los pasacalles anónimos que aparecieron durante la madrugada del 30 de mayo en Ciudad Jardín, el barrio que vio crecer a unos adolescentes que se colgaban del tren San Martín en la estación de El Palomar y que con los años lograron convertirse en Los Piojos, una de las bandas más convocantes del rock nacional. Ese barrio que aún sigue siendo hogar para su líder, quien ya no resopla ante la pregunta repetida sobre un posible retorno y hasta se animó, hace pocos días, a agregar en su carta de presentación en redes algo que resulta todo un indicio: “Cantante de Los Piojos”.Cuando escribió la letra de “Pacífico”, Ciro ya había tomado dimensión de todo lo que sus compañeros y él habían marcado en la gente: sus letras ya eran remeras, banderas y tatuajes; su música, la banda de sonido de miles de vidas; y hasta su nombre, el elegido de tantos fanáticos para bautizar a sus hijos, a modo de homenaje. El “Voy a llevarte en mí” fue tan real que ese vínculo no pudo quebrarse con el tiempo ni con la creación de otra banda.Carismático y atrevido, de una creatividad teatral única, este frontman que alguna vez, mientras miraba un videoclip de los Rolling Stones, se animó a soñar en grande y asegurar que algún día ocuparía ese mismo lugar sobre un escenario, pasó de ser el pibe que leía libros de historia a uno de los cantantes más reconocidos del país, un niño que pasaba horas y horas jugando a la pelota en el campito frente a su casa y llegó a ser una de las personas favoritas del mismísimo Diego Maradona. Ese que no necesita presentarse como Andrés Ciro Martínez, porque con decir Ciro ya es suficiente.Y en esta danza que no tiene fin“Cuando salís al escenario, a la gente le pasa algo, no pasás desapercibido”, le dijo su padre tras ver Romeo y Julieta expulsados del paraíso, la obra en la que actuaba en la pequeña sala del Centro Cultural Rojas. Allí supo que, tras varios años de estudiar actuación, su despliegue en el escenario conmovía y ese era el as bajo su manga. Aún no imaginaba que las vueltas de la vida lo llevarían incluso hasta al Teatro Colón.
Cuando se sumó a Los Piojos, solo aportó su desprolijo talento en la armónica; pero meses después, por votación de los demás, ya tomaría el lugar del cantante. El resto es historia: junto a Micky Rodríguez, Tavo Kupinski, Dani Buira y Piti Fernández realizó sus primeros shows en la Plaza de los Aviadores y antros del under porteño. Luego, el clásico boca en boca y los cassettes regrabados los llevarían al primer estadio Obras que, como se sabe, en los 90 significaba la coronación de toda banda.Con el lanzamiento de Tercer Arco, su tercer disco, de 1996, el hit “Verano de 92” los convirtió en la banda más escuchada del país. No había un solo programa de radio o canal de televisión que no hiciera sonar de fondo ese nuevo candombe rioplatense mezclado con guitarras eléctricas. En el videoclip del tema, grabado en una cueva prehistórica en San Luis, Ciro mostraba dotes actorales que convertirían las actuaciones del grupo en un ritual. “En la banda, yo paré la pelota de lo rockero, eso de subir al escenario dado vuelta. La gente paga una entrada para ver algo, hay que darle lo que ellos esperan, un show”, confesó en una entrevista años después. Esa premisa la aplicó siempre, frente a 500 personas o ante un estadio repleto, sin excepción. Probablemente fue una de las claves del éxito.Me pregunto por qué esa gente no veComenzaban los 2000 y Los Piojos habían dejado de ser una banda de rock para pasar a ser un verdadero fenómeno popular que, desde adentro del género, codificaba otros como el tango, la murga, el folclore y el candombe. La crisis neoliberal de los años noventa caló tan fuerte en Ciro que lo convirtió en uno de sus narradores a través de canciones que contaban historias con las que los jóvenes se sintieron plenamente identificados. Temas como “Los Mocosos” (el día a día de los niños que aspiran poxiran frente a la estación de Retiro), “El balneario de los doctores crotos” (aquellos científicos –como su papá– y profesionales de la salud que quedaron en la ruina tras las privatizaciones) o la pegadiza y rítmica “Pistolas”, donde reflexionaba sobre la violencia descomunal del momento. Nota.aquí.
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