sábado, junio 22, 2024

Vinos de Mallorca

 Mallorca, el nuevo paraíso para los amantes del buen vino

Uvas autóctonas con personalidad que generan estilos únicos y atractivos, y una innegociable apuesta por el trabajo artesanal y ecológico, hacen de la isla un tesoro enológico.

Bàrbara Mesquida, propietaria de la bodega Mesquida Mora, dice que Mallorca es como un dónut: “Todo empezó en la costa, pero ahora la gente viene al interior a buscar tranquilidad y esto encarece el precio de la tierra”. El cogollo agrícola de la isla es su lugar de trabajo y el de muchos otros productores que han alimentado una floreciente industria vinícola. En su pueblo de Porreres, lo que daba más dinero en tiempos de su abuelo era el albaricoque seco. Pero su padre apostó por el vino, introduciendo variedades francesas como la cabernet sauvignon. Bàrbara ha preferido tender puentes con el pasado.

Se pasó a la biodinámica en 2007 cuando lo que más sonaba de esta filosofía que considera la tierra como un ser vivo era su parte más esotérica de cuernos de vaca enterrados e infusiones aplicadas en dosis homeopáticas. Hace unos años le pareció que era mejor plantar árboles que rellenar formularios y empezó a destinar la cuota que pagaba a la certificadora biodinámica a recomponer el paisaje de convivencia de viña y frutales que había conocido su abuelo.

Simbiosis y ecología

No es la única viticultora que planta árboles. Francesc Grimalt es un apasionado de la agroforestería desde que en la década de los noventa identificó un viñedo con una calidad de uva muy superior a otros de su entorno y descubrió que la razón era la mayor cantidad de albaricoqueros intercalados en la parcela. Tras sus inicios en Ánima Negra, la bodega que puso la uva local callet en el mapa de los vinos finos españoles, el enólogo mallorquín ha seguido explorando los matices de esta variedad en 4 Kilos, una bodega imprescindible que fundó en 2006 junto al codirector del festival de música electrónica Sónar Sergi Caballero con el equivalente de cuatro millones de pesetas (los cuatro kilos del nombre).

La filosofía está calando en otros productores. En Soca-Rel, una de las novedades más estimulantes de la isla de los últimos tiempos, Pep Rodríguez está plantando desde cero viña y olivos de manera conjunta. En Can Majoral, la primera bodega certificada en ecológico de Mallorca, compararon un viñedo de giró blanc salpicado de olivos con la parcela colindante sin árboles. La primera daba una uva más pequeña, homogénea y concentrada, y su vino era más sabroso. Ahora están embarcados en reproducir una alianza similar con algarrobos.

Mireia Oliver, segunda generación al frente de Can Majoral, también es la vicepresidenta de Apaema, una asociación sin ánimo de lucro centrada en la divulgación y fomento de la agricultura ecológica y con una visión bastante clara del futuro que quieren para la isla. “Para dedicarte al mundo de la pagesia (del campo) hay que competir con el mercado inmobiliario, las placas solares, las renovables, y los productos que llegan de fuera. Necesitamos un producto autóctono y diferencial. Y para conservar nuestro territorio, la agricultura ecológica es más respetuosa con el paisaje. Soy muy radical: si queremos sobrevivir, el futuro de Mallorca debe ser ecológico”, afirma con convicción. Nota aquí.








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