Eduardo Blanco, el rey del “macanudismo”, vuelve al teatro: “Mientras hay vida, siempre hay una oportunidad”
Después del éxito de Parque Lezama, regresa a las tablas; en esta charla con LA NACIÓN, el actor repasa su carrera y comparte un par de lecciones.
Fue una noche de julio de 2015, en la que River salió campeón de la Copa Libertadores. En pleno festejo callejero, un auto con hinchas se llevó puesto a Rogelio Mouro, un gallego de temple invencible que dirigía el bar Varela Varelita, en la esquina de Scalabrini Ortiz y Paraguay. Rogelio nunca se recuperó de sus heridas y murió un tiempo después. ¿Pero qué tiene que ver ese hombre con el actor Eduardo Blanco, que en este preciso momento se toma un cortado en una mesa de ese bar? Hace más de 40 años, Rogelio le servía café a Blanco, a Juan José Campanella y a Fernando Castets, que por entonces pergeñaban un insólito largometraje en Super 8 (se llamó Victoria 392). El tiempo parece haberse congelado en el Varela Varelita, que a propósito conserva su estampa de tugurio encantador, en pleno barrio de Palermo. Lo que también sigue intacto es el entusiasmo contagioso de Blanco, que vino a este bar para hablar con LA NACIÓN de su nueva obra de teatro y -nunca viene mal- un poco también de la vida.
Hubo un tiempo en que el Varela Varelita fue la oficina del vicepresidente Carlos Chacho Álvarez, quien, en pleno estallido de 2001, se tuvo que esconder en el sótano cuando una muchedumbre enfurecida llegó para reclamar su cabeza. Desde entonces (y desde mucho antes) han pasado por ese café artistas de todos los rubros, desde el escritor César Aira hasta la cineasta Celina Murga, el director Luis Ortega o el actor Martín Piroyansky, solo por citar algunos.
El que no venía hace mucho a este bar es Blanco, aunque todo su ser parece integrado al paisaje. Es algo que transmite a la primera: un tipo de barrio, bien entrador, el amigo que todos quisieran tener para contarle un secreto o compartir una borrachera de cosacos. A este hombre le compraríamos un fitito con los ojos cerrados, sin siquiera molestarnos en abrir el capot.
De mirada bonachona, risa siempre a mano y un acelere de cero a cien que parece su marca personal, Blanco es uno de los grandes actores argentinos de nuestro tiempo, que en la última década brilló en la obra Parque Lezama -junto a Luis Brandoni-, a esta altura un clásico del teatro argento. Nota aquí.
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