Desarmarse.
Desprenderse del dióxido que transpira la tristeza.
el propio y el ajeno.
Desatascar emociones con ventosas de luz.
Apuntalar la vida con sueños firmes.
Medir bien el desánimo.
Soldar el miedo.
Apretar, más si cabe, las tuercas al horizonte.
Construir un futuro sin deudas de pasado.
Y habitar la alegría,
reticente y huidiza, reciclando ese vértigo a estar buscando siempre.
Desarmarse.
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