LA ALEGRÍA
En algún momento,
comprendí que la alegría
no es para mí
una flor que crece sola,
un regalo o un derecho
sino un vasto bosque
que desconozco,
una responsabilidad y una tarea,
que asumí y emprendí.
La casa en que vivo no reluce
sin mi esfuerzo.
Algunos días me agoto
en este feroz empeño
porque no cae en la cuenta
esta torpe aprendiz y peregrina
que la alegría es a veces
más que el fruto la simiente
o incluso algo que a los ojos
no colma y no se ofrece:
el deseo, el impulso
que me inflama y enciende.
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