domingo, septiembre 28, 2025

Luis Boyano

 “Haría desaparecer a todos en el Congreso”

Galardonado con los premios Mundial y Nacional de Magia, el mimo e ilusionista repite temporada en el Teatro Victoria de Madrid con su espectáculo ‘Sobrenatural’

Viene con las cartas en la mano, como buen mago. “Me gusta ejercitar los juegos en el transporte público”, confiesa, y deja la baraja sobre la mesa. Luis Boyano (La Cañiza, Pontevedra, 64 años) es mimo, ilusionista, humorista y psicólogo que imparte charlas motivacionales en empresas. Galardonado con los premios Mundial y Nacional de Magia, repite temporada en el Teatro Victoria de Madrid con su espectáculo Sobrenatural. Llega 15 minutos tarde y se disculpa.

Pregunta. Gandalf decía: “Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega precisamente cuando tiene que llegar”.

Respuesta. Efectivamente (risas). Y, a veces, para gran sorpresa del público, incluso un mago no llega nunca porque ha desaparecido. No es el caso hoy.

P. ¿Cómo se hace uno mago?

R. En la vieja escuela, un mago se hacía por un tema de ilusión. Porque tenías ese tío abuelo o amigo que te hacía un truco con las cartas. O porque un mago iba al colegio y te deslumbraba. O porque te regalaban la caja de magia Borras. A partir de ahí, ya te ibas a los círculos de ilusionistas de la provincia y te hacías mago. Y en la nueva escuela, esto es, las nuevas generaciones, se hacen magos por internet, donde hay cosas muy buenas y otras muy malas. Por desgracia, para mí, hay gente subiendo vídeos donde destripa los juegos de magia. Un error. También hay profesores de magia que dan clases particulares.

P. En su caso, ¿cómo fue la vieja escuela?

R. Yo me hice mago gracias a un curso de magia que leí en una página de EL PAÍS. Tal cual. Era un picaflor que trabajaba ya de mimo en la calle y me fui a hacer ese curso. Descubrí un mundo como una baraja y vi que se me daba muy bien.

P. Pero antes estudió Psicología.

R. Así es. En cuarto de carrera descubrí a Marcel Marceau, el gran mimo francés. Me impactó. En mi familia ya me decían que yo era un payaso y, cuando vi a Marcel, dije: ‘Yo quiero ser como ese señor’. En Santiago de Compostela había un mimo en la calle con el que me junté para verle trabajar. Ya en Madrid pude conocer a un discípulo de Marceau. Terminé la carrera diciendo: ‘Esto no es lo mío’. De hecho, mi hermano se hacía pasar por mí en las clases de la carrera cuando se pasaba lista porque yo ya estaba dando clases de teatro. Me gustaba Psicología, pero yo tenía el veneno del teatro ya metido.

P. Decidió irse al Retiro a probar con el teatro callejero.

R. Eso fue en 1984 y fue porque el Retiro era la gran escuela del teatro en Madrid. Había muchos artistas. Allí aprendí a manejar bien al público. Chupé mucha calle. Mi maestro del Retiro me decía: ‘Los artistas tienen que pasar por dos grandes escuelas: la calle y el circo’. Cuánta razón. En la calle, nadie se para y tienes que esforzarte por conseguirlo porque la gente pasa para irse a las barcas, a la casa de cristal o a pasear. Aprendes a comerte el escenario y saber jugar con el público. Es como en Candilejas cuando una chica se acerca al payaso que representa Chaplin y le pregunta por qué está en la calle. Y contesta Chaplin: ‘Este es el único teatro que no te engaña, es el más auténtico’. Nota aquí.




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