jueves, febrero 14, 2019

Rodolfo Serrano

De la juventud

Cuando yo era tan joven
y -creo recordar- incluso guapo,
mis amigas me hablaban, por ejemplo,
de la sabiduría de mis dedos explorando
su piel de madrugada, los rincones
donde empezaba el mundo y acababan
las más hermosas noches del verano.

Alguna me contaba que mis ojos
eran capaces de mirar hasta el más íntimo
rincón de un alma -el de ella-derrotada.
¡Ah de mi sonrisa y de mis labios!
Para otras mi boca, me juraban,
tenía el atractivo del abismo
en el que despeñarse y suicidarse
después de un buen gintonic compartido.
Eran años gloriosos. Los años de la dicha,
cuando todo giraba en mi cintura
y la piel y la sangre enloquecían
en ese tiempo sin reloj ni calendario.
No he olvidado a ninguna de vosotras.
Os recuerdo en la carne y en la fiebre,
por más que muchas veces al hallaros,
tantos años después, en cualquier parte,
me miréis con ternura y solamente acertéis a decir:
“Mira qué bien te sienta ese sombrero”.


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