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Cumples cuarenta y uno, cielo mío,
tal vez debo decir que cumplirías
si no te hubieras ido tan temprano,
que se ajusta mejor a tu memoria.
Y es que en la mía
sigues siendo aquel niño de ocho años
pero es inevitable imaginarte
como el hombre que habrías sido ahora
si la vida lo hubiera permitido
ganando la batalla a esa muerte traidora
que atacó por la espalda, resguardada
en la nocturnidad y alevosía.
A lo mejor tendrías varios hijos,
unos nietos que no reparé entonces
en que también me los robó tu muerte,
pero que hoy, después de tantos años,
echo en falta tenerlos en mis brazos.
No sé, no me imagino
qué habrías estudiado, qué camino
habrías elegido, cuáles serían
tus ideas políticas, si estarías del lado
de los eternamente perdedores,
si enarbolarías la espada y el escudo
que compraste en el chino aquel verano
para luchar contra las injusticias.
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