"'El Eternauta' elige enaltecer lo colectivo"
El reconocido actor se puso en la piel de Juan Salvo en la adaptación audiovisual de la historieta escrita por Germán Oesterheld e ilustrada por Francisco Solano López a fines de los '50. Antes del estreno de la serie, habló sobre la complejidad de la traslación, las licencias necesarias entre un lenguaje y otro, la esencia humana ante situaciones extremas y cuál es su mirada sobre la actualidad de la cultura argentina.
Se hizo esperar más de la cuenta. Pasaron más de 66 años desde su última publicación en Hora Cero, allá por 1959. Desde entonces, en la Argentina se sucedieron 18 presidentes democráticos y tres golpes de Estado consumados en violentas dictaduras militares. Las crisis económicas, sociales y políticas que sufrió la sociedad fueron muchas e intensas en todo ese tiempo. También fueron numerosos los proyectos audiovisuales que se quedaron con las ganas de llevar a la pantalla grande la obra maestra de la historieta argentina, escrita por Germán Oesterheld e ilustrada por Francisco Solano López. Parecía que su adaptación era un sueño eterno. Pero finalmente, la versión audiovisual de El eternauta llegará a Netflix, cuando el 30 de abril la plataforma estrene la primera temporada completa de un proyecto tan ambicioso como complejo, tanto en su realización como en su recepción. Nunca es fácil trasladar a otro medio obras tan arraigadas a su formato original y a la cultura de un país.
Ricardo Darín está “entusiasmado”. Es consciente que su interpretación de Juan Salvo es uno de los papeles más desafiantes de su trayectoria. Lo percibe, lo sabe, lo celebra. Al fin de cuentas, se trata de un personaje que está en la memoria de varias generaciones de argentinos, lectores apasionados de aquella novela gráfica cuya inquietante nevada mortal cayendo sobre la ciudad de Buenos Aires se convirtió en una huella identitaria que trascendió los límites de las viñetas. Darín define a Salvo como “un idealista, un valiente, un ejemplo”. “Me encantaría que hubiese algo en mí que resuene del personaje, pero en verdad lo que me produce es envidia, porque tiene un coraje y un arrojo que yo no tengo”, reconoce.
La versión dirigida y escrita (junto a Ariel Staltari) por Bruno Stagnaro, el hombre detrás de Pizza, birra, faso, Okupas y Un gallo para Esculapio, tendrá una primera temporada de seis episodios y una segunda pronta a filmarse. Habrá, desde ya, discusiones y polémicas alrededor de la esperada traslación de obra de Oesterheld, desaparecido por la dictadura militar junto a sus cuatro hijas. “La serie habla de solidaridad, pero también de la falta de solidaridad -reflexiona Darín-. Habla de tolerancia, de paciencia, del instinto de supervivencia. Y elige enaltecer lo colectivo, algo que va un poco a contramano de lo que ocurre lamentable en los últimos tiempos, y que a lo mejor es inherente a la especie humana: el individualismo. Esta errónea idea de que uno puede salvarse solo olvidando a los demás”.
El actor recibe a Página/12 con el entusiasmo de un joven ante su primer trabajo importante. Ni el paso del tiempo (nació en 1957, curiosamente el mismo año en que comenzó a publicarse El Eternauta) ni su voluminosa y exitosa carrera como actor calman la ansiedad que siente a días del estreno de la serie en la que comparte elenco junto a Carla Peterson, César Troncoso, Andrea Pietra, Ariel Staltari, Marcelo Subiotto, Claudio Martínez Bel, Orianna Cárdenas y Mora Fisz. Quiere que la obra, que se rodó de mayo a diciembre de 2023, llegue ya mismo al gran público.
“Algunas ansiedades se vieron de alguna manera calmadas porque cuando empezás a tener contacto con lo que se hizo, cómo se editó, cómo se posprodujo y demás, comenzás a tranquilizarte”, reconoce el actor. “De todos modos, no hay nada -absolutamente nada- que haga disminuir un poco la expectativa que te genera el saber cómo lo va a tomar la gente, el espectador. En ese rubro no hay nada que te calme, porque todo trabajo artístico está orientado al receptor final que es el espectador, el participante y demás. Entonces, estoy entusiasmado, sobre todo con las cosas que voy recogiendo en el camino, de gente que ha tenido acceso, ha podido ver algo, con la que he ido conversando y analizando distintas situaciones. Y todo eso es alimento para el espíritu, porque habla ciertamente de que vamos por el camino correcto. Pero igual, insisto, no hay nada como esperar al momento en que la gente se encuentre con eso".
Sin espoilear absolutamente nada, la traslación al audiovisual de El Eternauta contará con algunas decisiones artísticas y narrativas que se alejan -aunque no en lo conceptual- de la obra original. La más elocuente es que la distopía en la versión de Netflix se produce en la actualidad, como una manera de conservar la perturbación que produce en los espectadores ver la ciudad que recorren a diario envuelta en la más absoluta desolación ante la invasión alienígena. También hay licencias narrativas, sobe todo respecto al pasado del grupo de sobrevientes y de Juan Salvo en particular, con la idea de imprimirle comprensión histórica a sus comportamientos.
“A mi juicio, la adaptación tiene algunos giros incorporados en la versión que son bastante atinados -subraya Darín-. Esta cosa de hacerse cargo del pasado de los personajes, inventarles un pasado que tenga más que ver con lo que podemos recordar hoy. Todo lo que le sucede a ese grupo de seres humanos, me parece que es un acierto por parte de Bruno y de los guionistas”.
-¿Hubo una búsqueda de aportarle una dimensión humana a esos sobrevivientes encerrados y desesperados ante una situación que no pueden comprender?
-Ver lo que ocurre entre ellos. Que normalmente en un cómic, en una historieta, estás más sujeto a los intervalos que hay entre una y otra viñeta. Ese espacio de fantasía que hay entre un cuadrito y el que sigue... Hay un límite ahí, hay una frontera que la atravesás vos. La atravesás vos con tu vida, con tu cabeza. Tener la obligación de esfumar esa frontera y decidir qué es lo que va ahí es un acto muy arriesgado. Y creo que ha salido bien en ese sentido. Hay una corporización que le viene bien a la historia.
-¿Cuál fue la mayor dificultad de la adaptación audiovisual? Tanto en lo personal como en lo actoral, donde tuviste que trabajar la interpretación con una máscara puesta y una vestimenta muy particular.
-La verdad que todo lo que hay de disfrute en haber hecho esta primera temporada de El Eternauta lo tiene también de esfuerzo, desafío y de un compromiso muy grande. Hay algo que es difícil de explicar. Por ejemplo, comento un solo punto: el vestuario de Salvo, ese traje improvisado por el cual discutimos horas y horas. Porque yo quería algo liviano, impermeable y liviano, o sea, más moderno. Y Bruno, acertadamente, me decía, “No, no, tiene que tener olor a viejo. Tiene que tener olor a algo que estaba tirado ahí en un lugar de la casa y le metieron mano a eso”. Y por eso le gustó la idea de un gamulán. ¿Un gamulán? El gamulán, que además es abrigadísimo. El cuero y el corderito que lleva adentro es grueso. Cuando a eso lo empezó a tocar la humedad de la nieve fabricada, pesaba tres veces lo que pesa el gamulán. Más la mochila, más el arma, más la escafandra... ¡era un Muppet (risas)! Y tener que correr, subir, trepar y tirarse al suelo… Fue muy trabajoso, muy trabajoso. Pero él terminó teniendo razón. Porque no hay nada que esté más anacrónico, extemporáneo, que un gamulán puesto al servicio de un traje de guerra. Es muy argento por donde lo mires. Nota aquí.
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