lunes, abril 28, 2025

Homenaje a Javier Krahe

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Tributo a Javier Krahe en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

“Once años antes” o cómo conjurar la ausencia con ironía y ternura
Madrid, 25 de abril de 2025. Esta tarde, el Círculo de Bellas Artes fue templo pagano y teatro de la memoria. Porque lo que sentimos por Krahe no es admiración: es devoción. Una devoción verdadera, sin ornamentos ni dogmas, construida a golpe de canción afilada y carcajada cómplice. Y es que no podía haber mejor homenaje para el cantautor más iconoclasta de nuestras letras que este concierto titulado “Once años antes”, una cita a una de sus piezas más insólitas y "buñuelescas", y también una especie de misa "kraheísta" entre el recuerdo y la ternura. como dijo Andreas, once años antes , todo era distinto, hace once años, teníamos la presencia corpórea de Javier Krahe.
Una banda con una formación especial para la ocasión: Luis Fernández, Lila Horovitz y Ton Risco, dirigidos por Andreas Prittwitz, que manejó la música y los tiempos con la mano y el alma, como si fuera un prestidigitador castizo. Tan metido estaba en el papel que casi se le había pegado por completo el acento madrileño, aunque algún pequeño olvido en las letras —por supuesto— fue inmediatamente achacado con humor a “la banda, no al director”. La sonrisa estuvo presente desde el primer minuto, porque aquí se venía a recordar sin solemnidad, y a celebrar sin miedo.
Uno de los momentos más delirantemente cómicos llegó de la mano de Fernando Anguita, que antes de cantar el aire pirenaico más famoso de Krahe, la genial jota surrealista cargada de referencias a Luis Buñuel, nos regaló un soliloquio introductorio en un inglés macarrónico, tan hilarante como absurdo, que desató carcajadas en el público. Fue una intervención digna del maestro: entre la parodia, la inteligencia y la genialidad.
La utrerana Maui nos cantó " Y todo es Vanidad" con su buen hacer y sus "elegantes hechuras" en la voz, en la interpretación y en esa gracia innata e inteligente que derrocha. Además nos confesó que buena culpa de su arranque en las artes la tuvo los consejos de Javier Krahe
La emoción y la belleza se hicieron presentes con la joven banda Ombligo, que regaló una versión exquisita de “Nos ocupamos del mar”, dándole una delicadeza nueva, de cámara y salitre. Y luego, “Salomé”, esa joya de nuestro "burlón malasañero", con aire bíblico resonó en la voz de Javier Ruibal con otra dimensión: sutil, sensual, intensa.
La palabra también tuvo su espacio. El actor Miguel Rellán recitó “Como Ulises”, acompañado por los "Hijos de los huerfanos de Krahe" —Irene y Antón López Heredia y Clara Prittwitz—, un coro espontáneo y afectivo que parecía haber surgido del mismísimo Café Central de los años ochenta. Fue un momento lúdico para dejarse llevar por las olas del Egeo: profundamente Krahe.
También intervino con una canción de Javier, el humorista, presentador, hombre de radio y comunicador, Héctor de Miguel "Quequé" , que nos contó hilarantes historias de Krahe.(Héctor de Miguel, últimamente estigmatizado y acosado por los abogados cristianos, no por cocinar un cristo como el maestro, sino por hacer mención al anatema intocable de la eliminación religiosa de ese monumento a la sinrazón que es el Valle de los Caídos en Madrid)
Y como regalo inesperado, un vídeo saludo de Joaquín Sabina, cómplice eterno y camarada de canciones (con sus vaivenes) Apareció en pantalla dedicando a Krahe unas palabras con voz ronca, afectuosa, auténtica.
Entre los temas más celebrados, cómo no, sonó “Marieta”, esta vez coreada por toda la sala, y en el escenario pertrechados de Kazoos, esos pequeños instrumentos ridículos y gloriosos, que el maestro usaba de forma habitual, y que transformaron la canción en una especie de carnaval alegre y perfecto.
A Javier Krahe, ateo confeso y descreído militante, le habría entusiasmado esta escena: un tributo a su figura entre una Semana Santa y la muerte de un Papa, esos días raros en los que la Iglesia católica, sin jefe visible, va a la deriva como un barco sin timón. En ese caos simbólico, Andreas Prittwitz ejerció de espectacular Camarlengo en Sede Vacante, manteniendo el ritmo y la solemnidad laica de la ceremonia, como quien custodia un trono vacío con la única fe verdadera: la música, el humor y la libertad.
Un brindis con Cava sobre el escenario despidió hasta la próxima, que sin duda las habrá, al omnipresente Javier Krahe
Un plus, fue encontrarnos entre el publico a nuestro admirado Jonatan Pocoví , que vino desde valencia para ser parte del tributo al bardo castizo. Entre otros estaban : Ricardo Galán, Irene de Benito (que encanto de persona) Alberto de las Heras, Jordi Estévez y Javier López de Guereña (sigue instalado en su tozudez en no regalarnos su presencia sobre el escenario)
Fue un concierto, sí.
Pero, sobre todo, fue una fiesta para seguir conjurando su ausencia.
Porque : ¡ Krahe Vive, la lucha sigue!
(Pude lucir mi chapa con la imagen del maestro, generoso regalo de Gonza Benito)



























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